viernes, 1 de mayo de 2009

Lo prometido es deuda...

Y he aquí las fotos que comenté en la entrada anterior... chale loco...






Los pollitos de peques son muy lindos. Así amarillitos bonitos pachonsitos. Yo de niño fui amante de cuanto animal se podía. Tenía mis botes con tepocaques, mis jaulas con hamsters (que murieron todos cuando los bañé... el amor en exceso mata...), mi patio lleno de cagadas de perros (llegué a tener hasta de a tres, con todo y crías de una de los perros), fui arañado por mi gata que hice salvaje, conejos que luego hacíamos en birria, ratones blancos, águilas, de todo tipo de aves (torcasitas, periquitos australianos, loros, canarios, gorriones, cardenales, etc...)... y pues los pollos no podían faltar.

Tuve muchos. En jaulas grandes cuando crecían. Pero una experiencia me hizo ver que no eran lindos del todo.

Cuando crecen se ponen feos los cabrones. Y por más limpios que se tengan, eso no les quita su fealdad. Pero lo peor... cometieron canibalismo extremo... se devoraron los culeros a uno de sus primoshermanos por el ano... le sacaron todo lo posible por esa curiosa y mística abertura, dejándolo literamente en huesos y pellejos... después de eso ningún pollo más entró a mi casa... digo no me dejó así marcado de por vida eso que vi cuando tendría los 9 o 1o años, pero dejé de verlos de forma inocente para descubrir lo que todo ser vivo es en potencia: un asesino que sólo se preocupa por sí mismo y su supervivencia. Pero insisto: tenían comida, agua limpia, un ambiente limpio... y les valió madre. Y a chingar a su madre desde entonces.

¿Qué haré con ellos? ¿Los tiro en medio de una manada de perros como hice con dos gatitos de meses hace años? Ojalá las niñas gordas de la gorda Gaby, ó a la Monstse, o quien sea, se los lleven... tener una mascota es una responsabilidad muy alta... y no sólo poniéndole el nombre y ponerlo en su caja con un foco cerca se soluciona el asunto...

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