- El alto mando de las fuerzas armadas inclinó la balanza a favor del gobierno constitucional
Tras fallar el golpe de Estado en Ecuador el plan B era asesinar al presidente Correa
Blanche Petrich
Enviada/II y última
Periódico La Jornada
Martes 2 de noviembre de 2010, p. 23
Martes 2 de noviembre de 2010, p. 23
Quito, 1º de noviembre. El gobierno de Ecuador denunció que el 30 de septiembre, cuando falló la operación para derrocar al presidente Rafael Correa, se puso en marcha un plan B: asesinarlo. Son mudos testigos el cristal estrellado por una bala de grueso calibre en la ventana de la habitación 312, tercer piso del Hospital de la Policía Nacional, donde se resguardaba el mandatario. Y la grabación de una radiopatrulla desde donde se imparten órdenes a los policías sublevados, que reciben con una tupida descarga de ametralladoras el vehículo donde sale Correa del nosocomio.
¡Mátenle al presidente, mátenle!
Ese jueves el plan A aborta a mediodía, cuando el alto mando de las fuerzas armadas inclina la balanza a favor del gobierno constitucional. Nadie sabía entonces lo que se iba a desencadenar.
Mediodía: “Recibimos miles de llamadas –dice el director de Radio La Luna, Ataúlfo Tobar– de gente del pueblo clamando por el respeto a la vida del presidente, reconociendo el valor y la dignidad que había demostrado. Algunas, la minoría, eran en su contra y pedían su renuncia. Yo pienso que éste es un jalón de orejas para el presidente. Cierto que ha consolidado su liderazgo, pero frente al movimiento social se durmió en sus laureles. Correa confía demasiado en su carisma y poco en la ciudadanía”.
Antes de que se decretara la cadena nacional muchos medios no estaban cubriendo esos dramáticos momentos. Transmitían un concurso de camisetas mojadas o bien las noticias de saqueos y asaltos que empezaron a proliferar por la ausencia de policías en la calle.
Ya sabemos que el silencio es el mejor aliado de los golpistas. Por eso mejor no acatamos la cadena nacional. Teníamos que mantenernos al aire y dejar que los ciudadanos narraran la jornada. A la emisora llegó gente incluso con heridas de perdigones a denunciar, antes de ir al hospital.
13:25: un contingente de cerca de 2 mil 500 personas llega a las inmediaciones del hospital donde está –¿internado? ¿retenido?– el presidente. Son confrontados por 200 policías con gas pimienta y lacrimógeno, disparos y pedradas. El enfrentamiento persiste hasta la noche. Los manifestantes avanzan 100, 200 metros y son atacados. Se repliegan y vuelven a la carga. Trabajadores de la alcaldía hacen su aparición con camiones de volteo que usan como trincheras de protección. A las 17:05 cae el joven Edy Vara, herido en la cabeza con una cápsula antigás. Son ya decenas los lesionados de bala y perdigones.
“No nos íbamos a mover de ahí hasta que sacaran a nuestro presi”, relata una señora del pueblo que pide no publicar su nombre.
Ahora dicen que éramos poca gente pero no éramos pocos, y todos dispuestos a morir. El ratatatata de las armas no calló hasta las 10 y pico de la noche y ahí permanecimos. Cuando ya oímos a Correa hablar por la radio, a salvo, nos fuimos a nuestras casas. Los ricos no entienden por qué salimos a defender al gobierno. Pero nosotros los pobres sí lo sabemos.
19:00: En la Plaza Mayor hay cerca de cinco mil personas leales al presidente. El canciller Ricardo Patiño asoma al barandal y convoca a los manifestantes a marchar con él hacia el hospital para rescatar a Correa. Del comando de las fuerzas armadas se reporta que ya hay movimiento de tanques y tropas. El contingente llega al hospital cuando se intensifica la balacera. Apenas llega, al canciller Patiño lo hieren y es trasladado al Hospital Metropolitano.
19:37: La puerta frontal del Hospital de la Policía sigue cerrada y en penumbra. Por la puerta trasera el descontrol es total. Entran y salen comitivas del presidente y de la policía sublevada. Se dice a esa hora que el presidente va a salir. En el estacionamiento se forma una valla en la que se mezclan peligrosamente agentes leales y sublevados.
19:44: Ingresa una camionta Nissan 4X4 gris plomo con dos cercanos amigos del presidente: el viceministro de Aguas, Santiago Díaz, y su ex asesor Jaime Sánchez. El aire serrano hace bajar la temperatura. Fernando Garzón ingresa con ellos al edificio. Suben la escalera a oscuras hasta el tercer piso del área de hospitalización. Ahí tampoco hay luz. Algunos pacientes internados mantienen las puertas de sus habitaciones abiertas, temerosos. El área ya está bajo resguardo del Ministerio del Interior con agentes del Grupo Especial de Operaciones y el Grupo de Intervención y Rescate de las Fuerzas Armadas.
20:05: Ingresa el comandante de la Policía Nacional, general Freddy Ponce (hoy destituido), a la habitación 302. El jefe policiaco intenta negociar con Correa su salida bajo protección de sus hombres. El presidente le responde:
Prefiero salir como cadáver. Ocho funcionarios de la presidencia le acompañan a esa hora.
20:35: Quince policías armados irrumpen en el tercer piso gritando epítetos contra el mandatario. Apoyado en un bastón, Correa sale de la habitación y se resguarda en una salita contigua.
20:45: En la calle cesan súbitamente los disparos. Se oyen los motores de los camiones militares que avanzan hacia el hospital, seguidos por los manifestantes. La tregua no dura. En pocos minutos se reanuda, con más fuerza, la balacera. Las balas impactan contra la fachada. Los pacientes se tiran al suelo.
Veinte agentes del GEO recuperan el control del pasillo del piso tres y toman posición de combate.
21:12: Se abre la puerta de doble hoja del cuarto 302. Francisco de la Torre, campeón de karate y amigo del presidente, empuja su silla de ruedas. Correa avanza con los ojos cerrados, las manos sobre las rodillas, concentrado, intentando serenarse. Suenan dos explosiones y nuevamente el pasillo se llena de humo
que nos enceguece a todos momentáneamente, cuenta Garzón. Le ponen al gobernante nuevamente una máscara antigás. Correa sale enmedio de un escudo humano.
21:15: La camioneta Nissan, que no es blindada, empieza a moverse enmedio de un intenso fuego de armas. En ese momento se producen dos muertes: Pablo Bolaños, de 24 años, estudiante de economía de la Universidad Central, y Froylán Jiménez, escolta del GEO que cubre con su cuerpo la ventanilla donde viaja el presidente.
La calle Mariana de Jesús es un campo de batalla.
Los que han quedado atrás, en el piso tres del hospital, se asfixian por el gas lacrimógeno. Garzón y tres periodistas intentan salir al aire libre por la terraza del cuarto piso. Topan con cuatro francotiradores de la policía sublevada tendidos boca abajo, apuntando hacia la calle. Vuelven sobre sus pasos. Encuentran refugio en la habitación 307, donde varios ministros, enfermeras y hasta una vendedora de dulces que llegó ahí accidentalmente miran la televisión sentados en el piso. La anciana reparte cigarrillos. Correa aparece en pantalla ya en Carondelet, arengando a sus seguidores. El peligro ha pasado.
23:45: Orden de desalojar el hospital. A oscuras salen en hilera periodistas, médicos y enfermeras, funcionarios y decenas de policías ataviados con batas blancas. Y la vendedora de dulces, que nadie supo cómo había llegado ahí, al corazón de la crisis.
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