REPORTAJE: (PRE)PARADOS / 5
"Me planteo quitar de mi currículo las dos carreras"
La sobrecualificación sale cara: se pierde competitividad y productividad
SILVIA BLANCO - Madrid - 23/09/2010
Los tres eligieron sus carreras por vocación. Cada uno de sus currículos habla de años, dinero y esfuerzo invertidos. Siguieron el consejo más repetido por expertos y políticos para soportar la crisis: estudiar. Pero, de momento, la ventaja que creían tener no aparece por ninguna parte, y tanto Ana Pastor como Miguel Larraz buscan ya cualquier trabajo. Ayer contrataron a Ana durante mes y medio en una empresa de restauración fuera de Madrid. "Estoy muy contenta, es de lo mío, pero sigo buscando cualquier otra cosa, porque luego voy a seguir en paro, en la incertidumbre".
Lilian García todavía no ha rebajado sus expectativas. Aunque admite que, si pasa más tiempo, y sobre todo ahora que ni su padre ni su madre tienen empleo, tendrá que claudicar. Al menos en parte. "¿Por qué nadie me explicó que esta carrera [Ciencias Ambientales] no tenía futuro?", se pregunta con rabia.
Las cifras de paro de los licenciados respaldan con claridad la idea de que el que estudia multiplica sus opciones de encontrar empleo. Soportan un 16,4% de tasa de paro (el doble que en 2008, cuando empezó la crisis), frente a las del 52,1% para quienes no acabaron la enseñanza obligatoria y del 33,8% entre los que cursaron Bachillerato o FP de grado medio. Pero hay otra cifra que explica mejor lo que les sucede a los que están más preparados en España. Cuantifica la frustración, y es el 44% de universitarios que se emplea en trabajos que no requieren esos estudios, según el informe Panorama de la educación 2010, de la OCDE. Se llama sobrecualificación. Y machaca talento, ilusiones y productividad.
"Hay que ser selectivo. Esa premisa de que, como hay crisis, lo mejor es estudiar, da igual qué, es poco útil", explica José García-Montalvo, catedrático de Economía Aplicada de la Pompeu Fabra. "Hay muchos universitarios que el mercado laboral español no puede absorber. El resultado es que se deprecian los títulos. Tampoco es una buena idea elegir un máster sin apenas haber trabajado. Además, se busca un trabajador polivalente. En España es frecuente hablar con universitarios que solo quieren 'trabajar de lo suyo' y estar cerca de casa. Nada de movilidad. Las cosas no funcionan así".
No es el caso de Ana Pastor ni de Miguel Larraz. Han hecho prácticas en instituciones de prestigio. Miguel trabajó un año en un puesto acorde a su formación. Viven pegados al teléfono por si los llaman, dispuestos a mudarse a cualquier otra ciudad o país. En medio de una crisis que estrangula brutalmente el empleo, ni siquiera quienes han tomado las mejores decisiones encuentran un hueco laboral. "¿Que qué me planteo?", dice Ana. "Eliminar de mi currículo las dos carreras y enfocarlo hacia la parte de trabajos no cualificados que he hecho". Miguel intenta trabajar de camarero. Lo ven como algo temporal. "Soy muy joven para tirar la toalla, no quiero renunciar a mi profesión, que me gusta mucho", añade Pastor.
"A veces veo que me descartan porque creen que voy a querer cobrar más o que lo voy a dejar pronto, en cuanto encuentre algo mejor", explica Larraz. "Antes pensaba: el próximo trabajo va a ser mejor.
Llevo un año y un mes en paro. Es que no me lo creo. Antes de la crisis me llegaban 30 ofertas al día. Ahora aceptaría cualquier cosa, aunque creo que la situación mejorará. Solo espero que no sea cuando cumpla 35 años o más. De lo que sí me he dado cuenta es que esa frase tópica es cierta: el mejor máster es la experiencia. Mis tres años trabajados son mi mejor activo".
Lilian García se siente en desventaja. Es la más joven, y su único contrato fue de seis meses en una empresa para el Ayuntamiento de Madrid, aunque no tenía mucho que ver con las Ciencias Ambientales. "La juventud es mala para encontrar trabajo. No nos dan una oportunidad de aprender en una empresa. Además, te piden mil idiomas, tres años de experiencia y formación para luego pagarte menos de mil euros". Y la ventaja salarial que tenían frente a los que solo terminan la Secundaria se ha desplomado un 40% entre 1997 y 2004, según un informe de La Caixa publicado en 2007.
Los años de bonanza económica maquillaron algunos problemas estructurales del mercado laboral español y ahora les estallan en la cara a los jóvenes y al sistema. Porque la sobrecualificación es muy cara. Hace que un país pierda competitividad y productividad. "En España se ha hecho un enorme esfuerzo en educación que el tejido empresarial no asimila, porque es un modelo que no requiere tanta cualificación", explica Santos Ruesga, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid. "Creo que el sistema productivo tiene una gran responsabilidad. No se ha hecho un esfuerzo similar ahí, en las empresas, por eso no necesitan a los que salen de las universidades".
"Si no se invierte en I+D+i no se crearán puestos con valor añadido, que es lo que necesitan los jóvenes mejor formados", agrega Almudena Moreno, profesora de Sociología de la Universidad de Valladolid. "Hay que cambiar de estrategia, porque el tejido productivo se ha especializado en crear empleo de baja calidad. Y si se truncan las expectativas y el plan vital de los que estudian o quieren estudiar, encontraremos a una generación desmotivada. No se puede desperdiciar así todo ese talento".
El desequilibrio entre sistema educativo y productivo es elevado. Y tras invertir años, dinero y esfuerzo en estudiar, los jóvenes licenciados en paro se sienten frustrados y desengañados. Algunos se preguntan, ¿tanta ilusión para esto? | PARTICIPA: Comenta este reportaje en Eskup | ESPECIAL: Preparados
Ana Pastor tiene 29 años, dos carreras (Historia, rama Arqueología, y Restauración), habla inglés y francés. Vivió un año en París e hizo prácticas en el Louvre y en el instituto de Patrimonio francés. Miguel Larraz es ingeniero técnico de Diseño Industrial, cursó un máster de un año de la Escuela Elisava, de la Pompeu Fabra, domina el inglés y vivió un año en Rumania. Tiene 27 años. Lilian García, de 24, estudió Ciencias Ambientales y un máster de dos años en Copenhague en Ingeniería Química. Ha hecho seis cursos desde que se quedó en paro hace un año. Acaba de empezar otro máster.Los tres eligieron sus carreras por vocación. Cada uno de sus currículos habla de años, dinero y esfuerzo invertidos. Siguieron el consejo más repetido por expertos y políticos para soportar la crisis: estudiar. Pero, de momento, la ventaja que creían tener no aparece por ninguna parte, y tanto Ana Pastor como Miguel Larraz buscan ya cualquier trabajo. Ayer contrataron a Ana durante mes y medio en una empresa de restauración fuera de Madrid. "Estoy muy contenta, es de lo mío, pero sigo buscando cualquier otra cosa, porque luego voy a seguir en paro, en la incertidumbre".
Lilian García todavía no ha rebajado sus expectativas. Aunque admite que, si pasa más tiempo, y sobre todo ahora que ni su padre ni su madre tienen empleo, tendrá que claudicar. Al menos en parte. "¿Por qué nadie me explicó que esta carrera [Ciencias Ambientales] no tenía futuro?", se pregunta con rabia.
Las cifras de paro de los licenciados respaldan con claridad la idea de que el que estudia multiplica sus opciones de encontrar empleo. Soportan un 16,4% de tasa de paro (el doble que en 2008, cuando empezó la crisis), frente a las del 52,1% para quienes no acabaron la enseñanza obligatoria y del 33,8% entre los que cursaron Bachillerato o FP de grado medio. Pero hay otra cifra que explica mejor lo que les sucede a los que están más preparados en España. Cuantifica la frustración, y es el 44% de universitarios que se emplea en trabajos que no requieren esos estudios, según el informe Panorama de la educación 2010, de la OCDE. Se llama sobrecualificación. Y machaca talento, ilusiones y productividad.
"Hay que ser selectivo. Esa premisa de que, como hay crisis, lo mejor es estudiar, da igual qué, es poco útil", explica José García-Montalvo, catedrático de Economía Aplicada de la Pompeu Fabra. "Hay muchos universitarios que el mercado laboral español no puede absorber. El resultado es que se deprecian los títulos. Tampoco es una buena idea elegir un máster sin apenas haber trabajado. Además, se busca un trabajador polivalente. En España es frecuente hablar con universitarios que solo quieren 'trabajar de lo suyo' y estar cerca de casa. Nada de movilidad. Las cosas no funcionan así".
No es el caso de Ana Pastor ni de Miguel Larraz. Han hecho prácticas en instituciones de prestigio. Miguel trabajó un año en un puesto acorde a su formación. Viven pegados al teléfono por si los llaman, dispuestos a mudarse a cualquier otra ciudad o país. En medio de una crisis que estrangula brutalmente el empleo, ni siquiera quienes han tomado las mejores decisiones encuentran un hueco laboral. "¿Que qué me planteo?", dice Ana. "Eliminar de mi currículo las dos carreras y enfocarlo hacia la parte de trabajos no cualificados que he hecho". Miguel intenta trabajar de camarero. Lo ven como algo temporal. "Soy muy joven para tirar la toalla, no quiero renunciar a mi profesión, que me gusta mucho", añade Pastor.
"A veces veo que me descartan porque creen que voy a querer cobrar más o que lo voy a dejar pronto, en cuanto encuentre algo mejor", explica Larraz. "Antes pensaba: el próximo trabajo va a ser mejor.
Llevo un año y un mes en paro. Es que no me lo creo. Antes de la crisis me llegaban 30 ofertas al día. Ahora aceptaría cualquier cosa, aunque creo que la situación mejorará. Solo espero que no sea cuando cumpla 35 años o más. De lo que sí me he dado cuenta es que esa frase tópica es cierta: el mejor máster es la experiencia. Mis tres años trabajados son mi mejor activo".
Lilian García se siente en desventaja. Es la más joven, y su único contrato fue de seis meses en una empresa para el Ayuntamiento de Madrid, aunque no tenía mucho que ver con las Ciencias Ambientales. "La juventud es mala para encontrar trabajo. No nos dan una oportunidad de aprender en una empresa. Además, te piden mil idiomas, tres años de experiencia y formación para luego pagarte menos de mil euros". Y la ventaja salarial que tenían frente a los que solo terminan la Secundaria se ha desplomado un 40% entre 1997 y 2004, según un informe de La Caixa publicado en 2007.
Los años de bonanza económica maquillaron algunos problemas estructurales del mercado laboral español y ahora les estallan en la cara a los jóvenes y al sistema. Porque la sobrecualificación es muy cara. Hace que un país pierda competitividad y productividad. "En España se ha hecho un enorme esfuerzo en educación que el tejido empresarial no asimila, porque es un modelo que no requiere tanta cualificación", explica Santos Ruesga, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid. "Creo que el sistema productivo tiene una gran responsabilidad. No se ha hecho un esfuerzo similar ahí, en las empresas, por eso no necesitan a los que salen de las universidades".
"Si no se invierte en I+D+i no se crearán puestos con valor añadido, que es lo que necesitan los jóvenes mejor formados", agrega Almudena Moreno, profesora de Sociología de la Universidad de Valladolid. "Hay que cambiar de estrategia, porque el tejido productivo se ha especializado en crear empleo de baja calidad. Y si se truncan las expectativas y el plan vital de los que estudian o quieren estudiar, encontraremos a una generación desmotivada. No se puede desperdiciar así todo ese talento".
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