Cuando la lucha libre dejó de ser un deporte
Jue, 2010-10-07 16:28
Primera caída: La lucha libre como deporte-espectáculo
Según la crónica de don Enrique Ugartechea, la lucha libre fue introducida en México en 1863 en tiempos de la intervención francesa, siendo él uno de los primeros luchadores junto con el ‘Alcides mexicano’, Antonio Pérez de Prian y el norteamericano Henry Bukler.
En 1900, apareció José Espino Barros y un francés de nombre Michaud Planshet y para 1903 surgen
luchadores como Gil Larrea, Romulus y otros más que practicaron esta profesión, entonces catalogada como deporte. Fue hasta 1933 cuando Salvador Lutteroth se unió a Pancho Ahumada y buscaron el apoyo del periódico La Afición y de su director Fray Nano para así presentar su primera función en la Arena Modelo.
A partir de los años 50, con la llegada de la televisión, la lucha libre fue catalogada como un deporte espectáculo, término que fue bien recibido por los luchadores. Sobre el ring, los deportistas que practicaban esta profesión tenían que llamar la atención del público no sólo mostrando su técnica en el cuadrilátero. También lo hacían dándole vida al personaje que representaban montando cada uno sus coreografías para subir al ensogado. Fue así como el Murciélago Velázquez, a su llegada, aterrorizaba a los espectadores al liberar a una docena de murciélagos que revoloteaban entre los miles de aficionados presentes; el Cavernario Galindo subía acompañado por una víbora a la cual mordía partiéndola en dos quedando con la boca ensangrentada, provocando horror y repulsión en el público presente; el Espectro era llevado hasta el ring dentro de un ataúd cargado en hombros por cuatro fúnebres enterradores –esto mucho antes de que siquiera se pensara en debutar a Undertaker, de WWE–, por mencionar sólo algunos personajes.
El primer luchador exótico fue Gardenia Davis, quien repartía flores al público y era perfumado por su valet; otros más, como El Santo y el Médico Asesino, con sus nombres, máscaras y atuendos se transformaban y daban vida a su personaje, así como Black Shadow, Blue Demon y Huracán Ramírez, quienes después de su presentación daban paso a sus extensos recursos y técnica depurada a ras de lona que hacían vibrar al espectador de antaño.
Segunda caída: ¿Circo, maroma, teatro o deporte?
Desde entonces, ha existido la polémica de saber si la lucha es verdadera o falsa, si es deporte o espectáculo. Esto ha ido a tal grado que un periodista tan emblemático y serio como lo es el licenciado Jacobo Zabludovsky, dedicó varias horas a este tema en el programa de Contrapunto ‘La lucha libre ¿Circo, Maroma, Teatro o Deporte?’ llegando finalmente a la conclusión de que tenía un poco de todo; esto, dicho por experimentados luchadores como Wolf Rubinsky, El Santo, Blue Demon y Mocho Cota.
Lo que es muy cierto, es que para ser un luchador de alto rendimiento, obviamente se requiere de ser un buen deportista y tener excelente condición física, igual que para ser torero, cirquero, malabarista, trapesista o actor, cuyas profesiones, por cierto, no son catalogadas como un deporte. Fue debido a esta polémica que la lucha dejó de ser menos deporte y más espectáculo, tornándose más violenta y agresiva; los luchadores querían demostrarle al público que los golpes eran reales y con la llegada de los luchadores independientes al Toreo de Cuatro Caminos, la lucha se volvió más espectacular y efectiva, pero también la sangre, domingo a domingo, se convirtió en un protagonista más de este espectáculo. Orgullosamente, les puedo decir que me formé con estos grandes gladiadores que sabían luchar a pesar de ser rudos, como El Perro Aguayo, Fihsman, Los Villanos, Los Misioneros de la Muerte, los Brazos, Blue Panther, Lobo Rubio, Black Terry, Canek, etcétera, y lo menos importante era que fuera catalogado deporte o espectáculo.
Tercera caída: Lo que se ve no se juzga
Hoy, lamentablemente, la lucha libre que se practica específicamente en Triple A, ha dejado de ser un deporte (lo que se ve no se juzga), para convertirse en un burdo y denigrante espectáculo, remedo de la lucha libre norteamericana, catalogada en su país como entretenimiento y no como deporte, por ello lleva el nombre de WWE (World Wrestling Entertainment).
Los luchadores se olvidaron de luchar. Unos ni siquiera saben, sólo una minoría posee una excelente técnica, pero lamentablemente la han dejado guardada en un baúl, igual que dejaron olvidado el ring y hoy sólo se dedican a insultar al público e insultarse entre ellos a través de un micrófono; otros se bajan los calzones, bailan y escenifican una absurda comedia, pisoteando una profesión tan bella como es la lucha libre mexicana; algunos más, para demostrarle al público que se golpean de verdad y que según ellos brindan un gran espectáculo, utilizan mesas, escaleras, alambre de púas, lámparas y hasta tachuelas para sangrarse ¿eso es un deporte? Sin embargo, los principales culpables de todo esto somos los mismos luchadores que no hemos sabido poner límites a tanta basura que contamina a los millones de niños que ven la televisión.
Sería interesante conocer la opinión de la Secretaría de Gobernación al respecto. Por ahora, lo único que podemos hacer, los que verdaderamente amamos y respetamos la lucha libre, los que vivimos para ella, es dignificarla, no siendo vividores de ella ni cómplices de los denigrantes eventos que presenta esta decadente empresa en la cual acepté presentarme una vez, en la pasada Triplemanía XVII, con la intención de recuperar la lucha clásica y, sinceramente no me quedaron ganas. Además, hasta el día de hoy ni siquiera me han pagado.
Sería muy cobarde de mi parte culpar a la empresa Televisa de todas las porquerías y abusos que comete Promociones Antonio Peña, pues la televisión es sólo un medio de comunicación que transmite el material que las empresas de lucha libre quieren mostrar al público. Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.
Según la crónica de don Enrique Ugartechea, la lucha libre fue introducida en México en 1863 en tiempos de la intervención francesa, siendo él uno de los primeros luchadores junto con el ‘Alcides mexicano’, Antonio Pérez de Prian y el norteamericano Henry Bukler.
En 1900, apareció José Espino Barros y un francés de nombre Michaud Planshet y para 1903 surgen
luchadores como Gil Larrea, Romulus y otros más que practicaron esta profesión, entonces catalogada como deporte. Fue hasta 1933 cuando Salvador Lutteroth se unió a Pancho Ahumada y buscaron el apoyo del periódico La Afición y de su director Fray Nano para así presentar su primera función en la Arena Modelo.
A partir de los años 50, con la llegada de la televisión, la lucha libre fue catalogada como un deporte espectáculo, término que fue bien recibido por los luchadores. Sobre el ring, los deportistas que practicaban esta profesión tenían que llamar la atención del público no sólo mostrando su técnica en el cuadrilátero. También lo hacían dándole vida al personaje que representaban montando cada uno sus coreografías para subir al ensogado. Fue así como el Murciélago Velázquez, a su llegada, aterrorizaba a los espectadores al liberar a una docena de murciélagos que revoloteaban entre los miles de aficionados presentes; el Cavernario Galindo subía acompañado por una víbora a la cual mordía partiéndola en dos quedando con la boca ensangrentada, provocando horror y repulsión en el público presente; el Espectro era llevado hasta el ring dentro de un ataúd cargado en hombros por cuatro fúnebres enterradores –esto mucho antes de que siquiera se pensara en debutar a Undertaker, de WWE–, por mencionar sólo algunos personajes.
El primer luchador exótico fue Gardenia Davis, quien repartía flores al público y era perfumado por su valet; otros más, como El Santo y el Médico Asesino, con sus nombres, máscaras y atuendos se transformaban y daban vida a su personaje, así como Black Shadow, Blue Demon y Huracán Ramírez, quienes después de su presentación daban paso a sus extensos recursos y técnica depurada a ras de lona que hacían vibrar al espectador de antaño.
Segunda caída: ¿Circo, maroma, teatro o deporte?
Desde entonces, ha existido la polémica de saber si la lucha es verdadera o falsa, si es deporte o espectáculo. Esto ha ido a tal grado que un periodista tan emblemático y serio como lo es el licenciado Jacobo Zabludovsky, dedicó varias horas a este tema en el programa de Contrapunto ‘La lucha libre ¿Circo, Maroma, Teatro o Deporte?’ llegando finalmente a la conclusión de que tenía un poco de todo; esto, dicho por experimentados luchadores como Wolf Rubinsky, El Santo, Blue Demon y Mocho Cota.
Lo que es muy cierto, es que para ser un luchador de alto rendimiento, obviamente se requiere de ser un buen deportista y tener excelente condición física, igual que para ser torero, cirquero, malabarista, trapesista o actor, cuyas profesiones, por cierto, no son catalogadas como un deporte. Fue debido a esta polémica que la lucha dejó de ser menos deporte y más espectáculo, tornándose más violenta y agresiva; los luchadores querían demostrarle al público que los golpes eran reales y con la llegada de los luchadores independientes al Toreo de Cuatro Caminos, la lucha se volvió más espectacular y efectiva, pero también la sangre, domingo a domingo, se convirtió en un protagonista más de este espectáculo. Orgullosamente, les puedo decir que me formé con estos grandes gladiadores que sabían luchar a pesar de ser rudos, como El Perro Aguayo, Fihsman, Los Villanos, Los Misioneros de la Muerte, los Brazos, Blue Panther, Lobo Rubio, Black Terry, Canek, etcétera, y lo menos importante era que fuera catalogado deporte o espectáculo.
Tercera caída: Lo que se ve no se juzga
Hoy, lamentablemente, la lucha libre que se practica específicamente en Triple A, ha dejado de ser un deporte (lo que se ve no se juzga), para convertirse en un burdo y denigrante espectáculo, remedo de la lucha libre norteamericana, catalogada en su país como entretenimiento y no como deporte, por ello lleva el nombre de WWE (World Wrestling Entertainment).
Los luchadores se olvidaron de luchar. Unos ni siquiera saben, sólo una minoría posee una excelente técnica, pero lamentablemente la han dejado guardada en un baúl, igual que dejaron olvidado el ring y hoy sólo se dedican a insultar al público e insultarse entre ellos a través de un micrófono; otros se bajan los calzones, bailan y escenifican una absurda comedia, pisoteando una profesión tan bella como es la lucha libre mexicana; algunos más, para demostrarle al público que se golpean de verdad y que según ellos brindan un gran espectáculo, utilizan mesas, escaleras, alambre de púas, lámparas y hasta tachuelas para sangrarse ¿eso es un deporte? Sin embargo, los principales culpables de todo esto somos los mismos luchadores que no hemos sabido poner límites a tanta basura que contamina a los millones de niños que ven la televisión.
Sería interesante conocer la opinión de la Secretaría de Gobernación al respecto. Por ahora, lo único que podemos hacer, los que verdaderamente amamos y respetamos la lucha libre, los que vivimos para ella, es dignificarla, no siendo vividores de ella ni cómplices de los denigrantes eventos que presenta esta decadente empresa en la cual acepté presentarme una vez, en la pasada Triplemanía XVII, con la intención de recuperar la lucha clásica y, sinceramente no me quedaron ganas. Además, hasta el día de hoy ni siquiera me han pagado.
Sería muy cobarde de mi parte culpar a la empresa Televisa de todas las porquerías y abusos que comete Promociones Antonio Peña, pues la televisión es sólo un medio de comunicación que transmite el material que las empresas de lucha libre quieren mostrar al público. Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.
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