¿El Mossad detrás de Wikileaks?
Autor: Alfredo Jalife-Rahme12 December 2010
Desde que detonó la más reciente ráfaga de filtraciones de cables internos del Departamento de Estado por Wikileaks, que es un verdadero tsunami global de perfidia que deja mal parado a Estados Unidos, se ha gestado una dinámica interesante que obliga plantear si es una divulgación casta y pura de la (des)información –ya no se diga, la selección a cuenta gotas muy personal de su gerente Julian Assange, el polémico australiano de 39 años, algo así como un nuevo héroe anónimo en búsqueda de la piedra del Santo Grial de la verdad absoluta– o si algún servicio muy especializado de inteligencia se encuentra detrás de su divulgación masiva, pero selectivamente desestabilizadora, con propósitos aviesos.
Durante la primera semana del estallido de la vorágine de Wikileaks de más de un cuarto de millón de cables –que tomará analizar siete años por lo menos, de acuerdo con el propio Assange, hoy detenido por la acusación penal de violación sexual en Suecia y una orden de aprehensión de la Interpol–, nos llamó la atención que la teocracia chiíta iraní de los Ayatolás haya surgido como el maldito de la película, mientras Israel era tratado con una tersura inusitada (hecho acreditado por la misma prensa israelí en su conjunto).
Los afectados han reaccionado de manera diferente en los cuatro rincones del planeta. Los primeros días de la filtración, el foco de los grandes periódicos occidentales fue Irán y, en general, el gran Medio Oriente, donde son puestos en la picota los gobiernos de Pakistán y Afganistán.
Pese a la gravedad en el Noreste asiático, el tema de Corea del Norte no fue tan profundizado como el de Irán y sus vecinos árabes del Golfo Pérsico que tampoco salen muy bien librados.
Existen mil maneras y métodos de abordar los contenidos hasta ahora conocidos, y abundan quienes poseen sus propias pistas y sus muy respetables teorías que por el diluvio de datos son inevitablemente reduccionistas. Así las cosas, no pretendemos poseer la única interpretación universal al respecto y sólo nos consagraremos a destacar el cui bono del asunto, aplicado específicamente al gran Medio Oriente: la identidad de a quién(es) benefician las filtraciones al corte de caja de hoy, lo cual puede afianzarse o ir variando, y hasta desvanecerse, en las próximas semanas, meses y hasta años.
Es evidente que la lectura de las filtraciones respecto de Rusia, Europa, Coreo del Norte y Latinoamérica (donde el estado de “salud mental” de los mandatarios de México y Argentina es enjuiciado severamente con el simple hecho de realizar las preguntas pertinentes) es tan específica como la muy singular situación del gran Medio Oriente.
Ya habrá oportunidad de escudriñar estricta y serenamente el contenido de los cables –muchos de los cuales pecan de imprecisiones, inconsistencias, contradicciones y hasta son disparatados.
Baste por ahora señalar que no necesariamente todo lo que se dice en los cables, primero, es verdad (mucho depende del prisma del diplomático en turno en un lugar dado), y segundo, sea tomado en consideración por la Casa Blanca que en última instancia posee el monopolio del botón nuclear y que además cuenta con un abanico de input informativo desde su ejército (la Defense Intelligence Agency, DIA), pasando por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), hasta la depuración cupular en el Consejo de Seguridad Nacional. Los cables son un canal de los varios que posee el presidente Obama, quien en su calidad de comandante supremo tiene la última palabra.
Que la “diplomacia” de Estados Unidos haya sido expuesta en su peor rostro degenerado e indecente tampoco es nada sorprendente.
No faltan quienes hayan fustigado que varios de los cables de los embajadores de Estados Unidos pudieron haber sido formulados después de una sobredosis de cócteles (hoy la principal y vana tarea de la anacrónica “diplomacia” que en su conjunto ha quedado herida de muerte).
Insistimos: nuestro enfoque será indagar al beneficiario en última instancia por las filtraciones. De entrada, podemos avanzar –tal y como lo expresamos el mismo día de la exhumación del tsunami de Wikileaks con la muy solvente conductora Carmen Aristegui, de CNN en español– que, al corte de caja de ese día, el gran triunfador es Israel y el gran perdedor es Irán, lo cual llama poderosamente la atención y obliga a analizar las pistas (que no son muchas) del propio Julian Assange.
Vale la pena también tener presente un escenario nada descartable ni descabellado sobre la castidad ingenua y primigenia de Assange, quien estaría haciendo un involuntario servicio colateral a cierto tipo de países (Israel), así como perjudica a otros (Irán). Sea lo que fuere, el daño está hecho, pero no es nada improbable que posteriormente imprima un efecto boomerang contra sus autores.
Empezaremos por citar las reacciones a partir del más alto nivel estratégico: dos asesores de seguridad nacional de Estados Unidos, el demócrata Zbigniew Brzezinski (con Carter) y el republicano Stephen Hadley (con Baby Bush), ambos entrevistados por la conductora de PBS Judy Woodruff, el pasado 29 de noviembre, un día aciago para los servicios de inteligencia de Estados Unidos desfondados aparentemente por un hacker interno (el analista del ejército Manning Bradley, de 23 años, hoy encarcelado y aislado del mundo), y por Julian Assange, un “romántico” (en apariencia, hasta ahora) de la virtud (des)informativa. Brzezinski comenta que lo relevante radica en saber “quién alimenta a Wikileaks”. En forma interesante, Brzezinski sufre un lapsus linguae muy freudiano entre Wikipedia y Wikileaks, lo que ya, a su nivel, aporta una primera pista sobre el único país del Medio Oriente que no es árabe y a quien se le imputa el control de Wikipedia (debido a la nacionalidad, religión o etnia de sus inventores, controladores y operadores).
El exasesor de seguridad nacional de Carter, hoy íntimo de Obama, reconoce que mas allá de las abundantes trivialidades sin consecuencias, “algunas son apuntadas sorprendentemente”, como las que buscan poner en aprietos las relaciones de Estados Unidos con China. En cuanto a las exageradas citas sobre los líderes árabes, “su objetivo es socavar su credibilidad interna” debido a su postura en contra de Irán. Se pregunta “si Wikileaks está siendo manipulado por “partes interesadas que desean complicar la relación de Estados Unidos con otros gobiernos o desean desestabilizar a algunos (sic) gobiernos” debido al puntillismo implicado.
Brzezinski levanta la sospecha de que Wikileaks, además de su fuente conocida, haya sido “sembrada” y alimentada “al mismo tiempo por otros servicios de espionaje interesados (sic) que desean manipular el proceso y conseguir ciertos objetivos muy específicos”.
No hay que ser genio para deducir que el único país beneficiado es Israel, quien cumple exquisitamente las características delineadas por Brzezinski, quien habla nítidamente entre líneas.
De Defensa, un centro de pensamiento europeo, interpreta que Brzezinski, después de fustigar “la manipulación de un servicio de espionaje foráneo”, quizás “piense en que Israel ya no aprecia particularmente la injerencia del lobby judío en Washington”.
Esta opinión de Brzezinski es la que pesará más en el seno del gabinete Obama y, guste o disguste, es la más seria expresada al más alto nivel de la jerarquía gobernante de Estados Unidos.
No es ocioso exponer otros portales y gobiernos de primer nivel en el gran Medio Oriente (por ejemplo, Turquía) que señalan explícitamente tanto al Mossad (Instituto Central de Operaciones y Estrategias Especiales) como a Israel de encontrarse detrás del tsunami de Wikileaks.
Un disidente de la guerra, John Chuckman, en Scoop (2 de diciembre de 2010), acusa: “Wikileaks representa un frente de la CIA y el Mossad (¡súpersic!)”. No aporta datos duros para demostrarlo, pero sobresale que lo haya proferido con mucha soltura desde su residencia en Canadá.
El periódico israelí Haaretz (2 de diciembre de 2010) –basado en el rotativo turco Hurriyet– informa que “un alto funcionario turco dice que Israel se encuentra detrás de las filtraciones de Wikileaks”; nada menos que Huseyin Celik, líder del partido gobernante AKP, quien dice: “Se debe ver a los países que están contentos con las filtraciones. Israel está muy contento y ha hecho declaraciones antes de la publicación de los documentos”. ¿Conocía el gobierno de Netanyahu el contenido previo de los documentos que prácticamente avalan su postura bélica contra Irán?
El portal Debka (presuntamente vinculado al Mossad), prácticamente al instante de la revelación de Wikileaks, se jacta de que “Israel empujó a Estados Unidos a aprobar un bombardeo contra Irán” y donde se reporta que el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, estimaba que, a partir de 2009, sólo quedaban 18 meses como “ventana de oportunidad” para destruir las plantas nucleares de Irán.
A nuestro juicio, lo enunciado por Wikileaks en contra de Irán de parte de los cables de las embajadas estadunidenses en el gran Medio Oriente es una copia fiel de la postura del gobierno de Israel. ¿A ese grado se ha israelizado la política exterior de Estados Unidos? ¿Controla Israel a la mayoría de los embajadores de Estados Unidos en la región del gran Medio Oriente?
Es evidente que uno de los propósitos aviesos de la revelación de los cables consiste en amarrar navajas entre los persas de Irán y las petromonarquías árabes del Golfo Pérsico, en particular, Arabia Saudita, cuyo rey, Abdalá, incitó a Estados Unidos a “cortar la cabeza de la serpiente” –una expresión exageradamente fuerte en la región, pero que, al corte de caja de hoy, no concuerda con el reciente acercamiento entre Arabia Saudita e Irán sobre los contenciosos en Irak y Líbano–. Pero ése es otro tema sobre las inconsistencias y contradicciones de las filtraciones.
En forma perversa, el portal israelí Debka (1 de diciembre de 2010) filtra que Arabia Saudita e Israel seguirán negociando en secreto “la destrucción del programa nuclear iraní”, pese a las revelaciones de Wikileaks.
El británico Richard Spencer, corresponsal del The Daily Telegraph en Dubai, pregunta si “Wikileaks es un frente de la CIA o del Mossad”, con base en el dicho de un analista iraní a la televisora Al-Jazeera, quien fustigó que las filtraciones “tenían como objetivo socavar la paz en el Medio Oriente y desacreditar a los líderes de la región y de Irán en particular”.
El conocido periodista investigador Wayne Madsen (3 de diciembre de 2010) coloca en relieve las ditirámbicas adulaciones vertidas por Julian Assange al primer ministro israelí Bibi Netanyahu en una entrevista a la revista Time: “Netanyahu cree que el resultado de esta publicación, que hace públicos los sentimientos que tienen varios en forma privada, prometen muy bien… y llevarán a alguna forma de incremento en el proceso de paz en el Medio Oriente y particularmente en relación a Irán”.
Se supone que Assange andaba a salto de mata. Al menos que estuviera pegado imperturbablemente al internet y leyera sólo la prensa israelí, mientras desdeñaba la prensa de Irán, de los 22 países árabes y de las naciones islámicas. Entonces, ¿cómo se ha podido enterar de la peculiar opinión de Netanyahu?
Lo menos que se puede decir en beneficio de Assange es que asombra su sesgo por Israel, en especial por el polémico Netayahu (conocido por su hiperbelicismo) en estos momentos tan delicados.
Mayne Madson ha calificado a Wikileaks como Wikisrael y asevera que forman parte de una operación del Mossad (los célebres servicios de espionaje israelíes) vinculados a los neoconservadores straussianos y “al aparato del lobby judío en el gobierno de Estados Unidos”.
Muy quisquilloso en sus investigaciones, Wayne Madsen apunta los ataques contra el gobierno turco de parte de Martin Peretz, editor de la revista pro-israelí The New Republic y detalla con lujo que “varios de los cables que favorecen a Israel y son hostiles a Rusia y China (…) parecen haber sido escritos en su totalidad (sic) o en parte (sic) o contienen citas de diplomáticos judíos (sic) o políticos designados que tienen lazos estrechos con Israel y su lobby en Estados Unidos: los embajadores (sic) de Estados Unidos en Turquía, Eric Edelman y James Jeffrey; el subsecretario de Estado, James B Steinberg; el embajador de Estados Unidos en Brasil, Clifford Sobel; el encargado de Asuntos de Estados Unidos en Arabia Saudita, Michael Gfoeller; el secretario asistente para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, Philip H Gordon; el embajador Daniel Fried; el embajador de Estados Unidos en Canadá, David Jacobson; entre otros”.
Casi para concluir: la agencia Far News (30 de noviembre de 2010) cita al anterior general y jefe de estado mayor del ejército pakistaní Mirza Aslam Beg, quien señaló a la CIA y al Mossad de estar detrás de los ataques contra Pakistán, publicados por Wikileaks.
Concluimos: nada menos que el portal Debka Net-Weekly (3 de diciembre de 2010), asociado presuntamente al Mossad, pregunta cándidamente: “¿A quién sirven las filtraciones de Wikileaks? La diplomacia de Estados Unidos está avergonzada, pero Irán es la principal víctima”.
¿Empieza a aparecer el peine? ¿Es Assange el reverso de la medalla hollywoodense de Osama Bin Laden? ¿Son Wikipedia y Wikileaks el equivalente a Wikisrael? No pasará mucho tiempo sin que lo sepamos.
Por lo pronto, empiezan a ser exhumados en los feroces blogs los vínculos de Julian Assange con la revista británica The Economist y los esclavistas banqueros Rothschild (los inventores del Estado de Israel), que habría que confirmar, lo cual sería definitorio y definitivo.
*Catedrático de geopolítica y negocios internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México
Contralínea 212 / 12 de diciembre de 2010
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