martes, 24 de noviembre de 2009

Libros Leídos XXXI: Chiquita



¿Qué me motivó a leer Chiquita, la novela de Antonio Orlando Rodríguez?

¿Qué fue el premio Alfaguara de novela 2008? ¿Qué hablaba de una enanita famosa de principios del siglo XX? ¿Esa extraña foto de portada que la muestra frente a un espejo, pensativa, lejana, ausente, sumida en trémulas emociones?

Muchas veces he comprado un libro por su envoltura. Quizá más de la mitad de los libros los compro por ese motivo. Un cuarto de ellos por el título (que no es muy llamativo en este caso), un diez por cierto precedidos por su fama, y el resto por mera curiosidad. Creo que éste fue el caso de Chiquita. Curiosidad por ver que me podía decir, qué podía ser de interesante la vida de una enanita artista. Los enanitos toreros de México no me fueron suficiente cuando era niño, y necesitaba ahogar mi morbo, seguramente. Y no sólo lo ahogué: lo atiborré de Chiquita, un personaje -ipso facto- entrañable para el resto de mis días. Al acercarme al final no quería que terminara... quería que se prolongara unas cien, doscientas, mil páginas más con las aventuras de esta enanina cachonda y altanera . Porque, lógicamente, el fin del libro significaba la muerte de Espiridiona Cenda, y me encariñé con ese personaje, no quería que muriera.

Me gustó el recorrido histórico que ragala Orlando, el saber de las ferias de fenómenos en Estados Unidos y Europa fue muy aleccionador. Y saber de la vida de verdaderas artistas de la época, así como de las golfas que nunca faltan en el medio de la artisteada. Como diría Moisés Carrera con Brozo, "¿Canta, baila o se encuera?".

Me gusta ese acercamiento a la Cuba española, a la Cuba pro-yanqui antes de la era de dictadorcetes.

No me gusta el tono anticastrista de algunos comentarios... siento que no venían al caso... no em gustó la historia de la organización de enanos que se creían Illuminati... y, definitivamente, no me gustó que el ocaso de la enana cabrona lo resumiera en tan pocas hojas al final. Como que tenía prisa por acabar con el personaje.

Chiquita tiene esa personalidad cabrona, altanera y presuntuosa que seduce en una dama, más allá del físico, el dinero o sus ganas de amar. Mujer hecha y derecha que amaba si le venía en gana, cogía si le daba la gana, lloraba si le daba la gana.

Hombres inteligentes: prefieren a una nena sumisa o a una imperiosa??? Mil veces las de carácter, las que no se andan con mamadas... esas son las buenas que nos tienen comiendo de la mano, las que no queremos dejar ir, las que perduran con el paso de los lustros. Quizá lleguemos a pensar "Pendejo, no hubiera engañado a mi noviecita santa que no mataba una mosca", pero jamás nos arrepentiremos, aunque al final lloremos, la echemos de menos o simplemente la bendizcamos, del momento sublime de haber estado en la intimidad con una mujer que tiene la delantera, que nos usa -y lo sabemos- para satisfacerse erótica y psicológicamente... que nos coja, en pocas palabras. Chiquita era de esas...

Mal haríamos si creyéramos que esta era la verdadera Chiquita, la histórica... que sí existió, y murió. Aguas. Es novela histórica y los autores se dan sus licencias poéticas. Quizá no existió ningún en cuentro con famosas de los que nos relata el libro. O sólo unos pocos. O todos. ¿A quién le importa? Es un excelente texto que nos abre ventanas insospechadas de placer literario y psicológico, que nos envuelve en el misterio del que pasará con la vida de esta pinche enanita que tuvo que endurecer sus emociones so pena de ser devorada por la vida... una enanina que demostró aquella frase de Napoleón: "La altura se mide, no de los pies a la cabeza, sino de la cabeza al cielo"...

El libro no es para coleccionar citas célebres... no es para cambiar al mundo... no es para lanzarte las netas del planeta... es por la pura y simple delicia de leer algo bien estructurado, con investigación histórica de por medio... y un perfil psicológico muy interesante de sus principales personajes... a leer se ha dicho!

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