domingo, 6 de diciembre de 2009

Libros Leídos XXXIII: Un Mundo Feliz



Un mundo feliz (Literatura)
05 marzo 11:51 a.m. 2007

Vaya vaya. Para mi segunda ola de lectura, quise iniciar con un clásico, pero no precisamente literario, tipo Cien años de Soledad o Rayuela (maestro Cortázar, le beso los pies!). No. Quería algo con más contenido político. Social. Filosófico. Aunque la Rayuela tiene de todo eso un poco, su mayor mérito es el literario. El romántico (aunque Horacio Oliveira no es precisamente el más romántico de los tipos). Bueno. El chiste es que quise empezar con una obra que desde la prepa debí leer. Todo ocurrió así:

Era joven, inteligente, agraciado y con un futuro esperanzador. Quien sabe que pasó. La clase era dirigida por El Niñote. Ciencias Sociales. La consigna, leer un libro como trabajo final, con análisis anexo. Las opciones eran La madre, de Gorki; Un mundo feliz, de Huxley, y otro que no recuerdo. Yo elegí la madre. En mis frecuentes incursiones a la Cristal, para alegría de la misma vendedora de siempre, entre las docenas de libros que compraba a la quincena llegué a toparme con La madre & Confesiones, de Porrúa. Entonces hice lo más lógico. Leí un poco el prólogo de la obra, vi de que trataba, y con ayuda del profe Rius pude recrear un análisis literario de la Rusia zarista. Y hasta el profe me felicitó por mi trabajo.

Otros escogieron Un mundo feliz.

Y pasó el tiempo. Con mi cada vez mayor conocimiento sistémico del mundo y la realidad toda, supe que ese Mundo feliz era una especie de profecía literaria de ciencia ficción sobre el cada vez menos lejano (2007) futuro de la humanidad. Y lo compré. Pero no lo leí hasta recién. Y vaya si me arrepiento de no haberlo leído años atrás...

Un mundo feliz, del escritor-filósofo Aldous Huxley, comienza en el futuro remoto, en la era Ford. No hay guerra. No hay hambrunas. No hay pestes. El dolor ha sido reducido al mínimo. Y, si de casualidad existe, se puede suprimir con una pastilla de soma. Las drogas son legales (el soma), la sexualidad cae en el libertinaje (desde niños). Las clases sociales están muy bien diferenciadas (yo vendría siendo un Alpha +). De hecho, las clases sociales fueron elaboradas meticulosamente en tubos de ensayo. Las clases inferiores no son codiciosas. No quieren escalar en la pirámide alimenticia. Están felices de ser lo que son, ya que desde embriones han sido acondicionadas a lo que son. Es como si un pescado se quisiera revelar y ser un oso, por ejemplo. No existe noción de este tipo en las mentes de los habitantes del mundo feliz. Y por si no fuera poco lo genético, están condicionados desde pequeños por la hipnomedia. ¿Quién carajos podría ser infeliz en un universo así? Y, sin embargo, los hay. Como el personaje central, que se siente abatido por una realidad tan meticulosamente ordenada, banal y antinatura. Me identifico al principio con él, pero al final se comporta de forma muy cobarde, por lo que ya no.

Huxley se apoya en el viejo Shakespeare al final del libro, con la aparición de mi tocayo el salvaje John. Y el final es claramente inesperado.

Como dato curioso, la película que en México fue traducida como El Demoledor, está descaradamente basada en Un mundo feliz. La hipnomedia, los salvajes, la felicidad manufacturada... y el personaje de Lenina Huxley.

Este futuro es aterrador. Aunque no existe "Dios", la libertad de pensamiento ha sido del todo suprimida. Los renegados son mandados a islas, para que pasen el resto de sus vidas leyendo autores prohibidos. Es una mierda económica. La contraparte de 1984, dice el mismo autor de forma ególatra una y otra vez en su Vuelta a un mundo feliz, una especie de epílogo a su opera máxima.

No hay comentarios: