jueves, 9 de julio de 2009

¿Quién sabe si es bueno o malo?


Esta semana ha sido agitadísima, después de meses de hueva mortal. "Por algo pasan las cosas" se oye decir de repente. Esperé más de cien días, y aunque la vida da muchas vueltas, puedo decir en este momento que me considero afortunadísimo de estar donde estoy... la joda será mortal... andaré como calzón de puta barata, pero wow, vale la pena... realmente estoy en estado de shock todavía al ver mi suerte.

En mi anterior trabajo el puto director tacaño nos reducía todos los gastos. Aunque no en sus dobles contabilidades ni en su participación accionaria dentro de la empresa. Sufrimos como malparidos para tener una computadora extra, que terminó pro comprarla (...) mi jefe para su uso. Requeríamos una persona para las pendejaditas de Desarrollo Organizacional, y cuando se tuvo, mejor se dejó ir por recorte. Jódanse reclutamiento. De mi dinero llegué a poner bastante para viajes, eventos... porque primero es que salga bien, y ya después que llorasé mi bolsillo. Ni un aumento en casi dos años. A mi jefe le quitaron su móvil de $300 que le fue regalado por telcel a la empresa... y así podría detallar cada día de ese periodo entre 2007 y 2009.

¿Soy un puto malagradecido de mierda? Para nada. Gracias a esa chamba conocí al Undertaker, a Rius, a Polo Polo... a la Alondra... pero, carajo. Si por el director fuera, no nos pagaba... creo que hasta nos cobraría por trabajar ahí. Y ya no se diga el hostigamiento que ha venido sintiendo el área desde septiembre del año pasado. Eso es ingratitud total, para un equipo que se partió el alma. Por eso, y por la cuestión de Carmen, opté por retirarme.

Ahora, estoy en el mejor lugar... no me la puedo creer... ok, hay deficiencias aún, pero el proyecto es nuevo y sobre la marcha se están resolviendo cuestiones. Pero de lo bueno que he visto, wow. Mis respetos. No solamente de reconocimientos verbales o papelitos en forma de diploma se sobrevive o se mejora la valía. Aquí realmente me están chiqueando... es... increíble!!! Simplemente no me la puedo creer. Insisto, que putiza me llevé estos días. Y he invertido un poco con tal de sacar los objetivos. Pero la recompensa es formidable.

Soy la persona más humilde que conozco... no hago jamás ostentación de nada, pues la vida es efímera y los reinos milenarios pasan al olvido más rápido que el aleteo de una mariposa. Como diría Apocalypse, lo único eterno es mi férrea voluntad. Pero con este tipo de detalles, aún siendo laborales... woooooow!!! Al ver el paquete quedé estupefacto... después de casi dos años de malos tratos, como perrito golpeado, al recibir caricias estoy en disyuntiva... pero esto no son caricias, es un faje total!

Eso compromete más... aunque no lo necesitaba... y aunque me traerán checadito, y quizá en dos semanas lo herede alguien más, no importa. El asombro ha quedado instalado en mí, y dificilmente pasará inadvertido.

Por cierto, miércoles Aguascalientes...hice más tiempo buscando un puto ciber café de mierda, que en regresar hasta Mochilandia. Realmente no puedo concebir que no haya un puto cibercafé en kilómetros a la redonda! Tampoco lo creía la chica -guapísima y buena onda- que fui a contratar...

Prácticamente el tiempo de adaptación se acabó... y aunque me he partido la madre estos días, levantándome a las 6:30 am, y durmiendo alrededor de la 1 am, viene apenas lo serio... y si sigue así, no solamente Guanajuato, sino Aguascalientes y parte de Jalisco...

Y he aquí el cuento que da nombre al título, mismo que tiene variantes diversa... yo me lo sé con un anciano y su hijo medio pendejo...

Un labrador perdió el caballo que utilizaba para las tareas rurales, que aparentemente, se había escapado hacia las montañas. Los vecinos, cuando se enteraron, lo fueron a ver.
-Qué mala suerte, decían.
Y el viejo labrador respondía:
-Mala suerte, buena suerte, quién sabe.
A los pocos días volvió el caballo y con el venían varios más.
Los vecinos, entonces, admirados, decían
-¡Qué buena suerte!
Y el labrador repetía:
-Buena suerte, mala suerte, quién sabe.
A los pocos días el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos, cayó al suelo y se fracturó la pierna.
Otra vez, los vecinos lo visitaron y al ver al joven postrado, decían:
-Qué mala suerte!
Sin embargo, el labrador volvía a repetir:
-Mala suerte, buena suerte, quién sabe.
Al otro día llegó el ejército y se llevó a todos los jóvenes en condiciones de combatir. Dejaron al hijo del labrador, que estaba inmovilizado.
Mientras veía a los soldados alejándose, el labrador reflexionaba en voz alta.
-¡Mala suerte, buena suerte!, quién sabe.

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