miércoles, 22 de julio de 2009

Son mis perros...


Bueno ya... pinche hueva... pero no es lo mismo estar de huevas que con un horario de 8 am a 6 pm y caer rendido...

En una quincena ya anduve en Aguascalientes, Guadalajara, San Juan de los Lagos -esto no fue laboral, ok, pero igual desgasta-, e Irapuato... y la semana que viene seguramente Cortazar...

Pero bueno, eso que... a la gente que coño le importa mi vida... pero desde hace días taigo ganas de escribir acerca de los perros que he tenido a lo largo de mi vida.

De niño amé a los perros... bueno, los sigo amando. Más que a los gatos. En general me gustan los animales... son muy nobles la mayoría, y prefiero ver en la tele un documental de NatGeo sobre leones, lobos, tigres o cualquiera de nuestros primos primates, antes de ver nalgas o tetas... y miren que soy un caliente de quinta.

De niño tuve un chingo de mascotas... pollitos que se tornaron gallos caníbales; "cuyos", vulgo hamster; ratoncitos blancos que murieron aplastados por el ladrillo hueco que les servía de pasarela; "tepocates" que se hacían ranitas a los pocos días después de capturados en las aguas negras que rodeaban mi casa; gatitos, conejos... aparte de que en mi casa siempre ha habido algún ave durante toda mi vida... canarios, gorriones, torcacitas, cenzontles, cardenales, periquitos australianos, loros, un águila de la que conservo sus garras después de más de 15 años...

Pero siempre, invariablemente, han rifado los canes.

Claro que no eran de raza. Los corrientitos son los más nobles.

El primer perro del cual tengo recuerdo, tendría yo 10 años o algo así, era el "Blacky". ni puta idea de proqué el nombrecito. Era blanco y muy lindo... ¿raza? Sepa la chingada... alguna especie de Alaska... no me fijaba en eso... simplemente era mi perro y ya. Pero una vez que fuí a la feria de León con mis papás y unos tíos, al regresar, el pobre perro no paraba de toser como ahogándose... "moquillo", dijeron, y fue sacrificado... no sé si era era la solución lógica y había tratamiento. Pero el pobre estaba sufriendo mucho. Fue tirado en un río cercano -hace más de 15 años, señores!-, y de tarde en tarde yo iba a visitarlo, y constaté como fue sufiendo los cambios propios de la putrefacción hasta desaparecer... los gusanos comiéndolo no era una imagen muy tierna que digamos. No sé si esto, o la muerte de Petra (ya hablaré de ella en otra terapia), fue lo que marcó de por siempre mis tendencia necrófilas. Y si bien no recuerdo con exactitud al Blacky vivo, sí tengo presente la imagen de ese río húmedo, con basura por doquier, roperos incluídos, que un día me lo arrebató para siempre con la primer lluvia fuerte.

Luego vino el trío de sinvergüenzas: La Patona, Paloma y el Gruñón. Ah pa' pinches nombrecitos.

La Patona era como la líder de esos tres que tuve al mismo tiempo. Perrita corriente, cafecita, de ojos sumamente expresivos que era muy cariñosa. Paloma era una perrita igual de corriente pero blanca. La inteligencia de la Patona era inversamente proporcional a la de Paloma, que era como las niñas linda y bobas. Tonta niña nice... Y el ganón ahí era el Gruñón, un perrito chaparrito con unos dientes delanteros más chuecos que los míos, pues con ambas perritas tenía fucking a diario. De hecho Patona tuvo perritos, que fueron regalados de inmediato.

La verdad no recuerdo bien que pasó con la Patona y Paloma. No sé si las regalamos o se escaparon. Pero al Gruñón lo dejamos ir, ya cuando estaba solito... era un perrito muy noble, y menso. Se fue como a conocer el mundo y ya no regresó. Mi mamá después se arrepintió de dejarlo ir, pero pues de eso ya hace varios lustros.

De ellos solamente conservo constancias de que los llevé a vacunar y sus dijes que me dieron en el centro de salud para distinguirlos de los no vacunados...

Tuvimos un rottweiler, que era como un psicópata enjaulado, al que un día lo fuimos a perder lejos para que no regresara, por miedo de que en una noche desconociera y zas. Perritos recien nacidos que se les pegó la roña, y pues a sacrificarlos...

Y el último fue una cruza de bull terrier, que -créalo o no-, se le puso el nombre originalísimo de "Blacky". Blanco, con manchas negras, era un primor, que hice un psicópata... las tardes me ponía a jugar con él de forma agresiva... lo hacía encabronar, y al último mejor lo regalamos, porque ya era violento...

Yo supe desde luego luego donde se mudó el Blacky. De hecho pasaba por ahí con regularidad, y el nunca me veía, pero de lejos lo observava atado, dormitanto, haciéndose pato. Hasta que un día me vio y se me quedó viendo, varios años después. No supe si se quiso dejar ir con alegría o para darme una fuerte mordida en el trasero en represalia por hacerlo rabiar tantas veces. Para estas fechas dudo que siga vivo. No lo he visto en años, pues ya no paso por esos lares.

¿He sido un buen "amo", o un hijo de puta digno de ser crucificado por los enfermos de PETA? No sé... los quise mucho, y aunque de momento quisiera un nuevo perrín, no puedo darme ese lujo porque, precisamente, requieren cariño, atención, compañía... no tiene chiste tenerlos encerrados todo el día en su montaña de excremento.

P.D.

¿Y el título porqué así? Recurdo de la época de mi infancia a un niño con Down que cuando veía que sacaba a mis tres perros a pasear al mismo tiempo, los abrazaba y decía "¡Son mis perros!", y a huevo se los quería llevar... qué época la infancia!!!

P.D.2.

Increíblemente, yo que tengo miles de fotos, jamás, pero jamás, tome una de esos perros, o de otros tantos que no fueron tan significativos en mi vida... solamente viven en mi memoria, y el día que me desintegre en energía para fundirme con la entropía del universo, pasarán al colectivo universal...

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