martes, 7 de septiembre de 2010

Con posible síndrome de desgaste ocupacional, 40% de mexicanos


Las leyes laborales mexicanas sirven para dejar pasar un sinfín de atropellos a la clase trabajadora. Aumento de horario, trastornos psicológicos (el clásico "llevarse el trabajo a casa"), noches sin descanso, alboradas desgastantes... y todo por unos cuantos pesos, para irla pasando...

La gente no lo nota porque el trabajo excesivo se ha vuelto hábito: experto de la UNAM
Con posible síndrome de desgaste ocupacional, 40% de mexicanos
Problemas de sueño, dolor muscular, adicciones y ansiedad, algunos de los siete síntomas

Fernando Camacho Servín
Periódico La Jornada
Martes 7 de septiembre de 2010, p. 36
Mi casa es azul es una frase muy sencilla de entender. Más aún si quien la lee es una intérprete que domina el inglés y el francés. Fue precisamente ello lo que dijo a Yolanda que algo andaba mal. Un día ya no la pudo entender. Ni siquiera en español.

Entonces se dio cuenta de que el cuerpo le estaba pasando la factura: años de jornadas laborales de más de 12 horas; amaneceres trabajando cinco días a la semana; comer lo que fuera y cuando fuera; no hacer ningún ejercicio, y cancelar su vida personal por traducir una cuartilla más.

“Una vida de trabajo excesivo y sin rutinas ni límites definidos –define la misma Yolanda– terminó en hipertiroidismo y esclerosis múltiple.” Es un ejemplo extremo de hasta dónde puede llevar a alguien el síndrome de desgaste ocupacional (SDO) o burnout, padecimiento que tienen o podrían tener miles de mexicanos y que muchos detectan cuando ya es demasiado tarde.

Una filosofía laboral perversa

Aunque no es un fenómeno nuevo –comenzó a identificarse a mediados de la década de los 70 en Estados Unidos–, el burnout (que puede traducirse como estar fundido o quemado) es de estudio reciente en México.

Felipe Uribe Prado, especialista en temas laborales de la Facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha analizado las características de esa enfermedad en los últimos cuatro años, y descubrió que entre 35 y 40 por ciento de la población acepta haber tenido síntomas, aunque el número podría ser mayor.

“El burnout es estrés acumulado que se presenta aun cuando el sujeto ya no está frente a un estímulo estresante y puede hacer que la gente se quede en la cama 12 horas en fin de semana, deprimida, o tenga infartos en domingo, en vacaciones o los lunes por la mañana, cuando el organismo trata de regresar al equilibrio perdido.”

Para hablar con rigor de SDO deben presentarse tres características: fatiga crónica causada por trabajar en exceso o por pensar todo el tiempo en el trabajo; despersonalización de la gente con que se convive (tratar con desprecio a compañeros, clientes, pacientes), y la insatisfacción de logro, sentimiento de frustración y desencanto hacia la empresa por sentir que ésta no les retribuye lo que merecen.

La gente ya no lo nota porque se hace hábito cultural en las empresas, a tal punto que cuando una persona se va a su hora de salida lo ven mal, como burócrata. La filosofía laboral es muy perversa, y en esto las empresas mexicanas son particularmente terribles, señala Uribe.

Aunque puedan parecer lo mismo y en ocasiones se mezclen, la diferencia entre el burnout y los llamados workaholics es que mientras éstos asumen la carga de trabajo voluntariamente y la transforman en vicio, los trabajadores quemados lo viven como imposición agobiante en la que nunca dejan de pensar.

Consumirse poco a poco

El caso de Yolanda fue una combinación de ambas. Comenzó con jornadas extenuantes por gusto, pero también por la dinámica de su trabajo, en la que se gana más mientras más páginas se traducen.

Estaba obsesionada con el trabajo y con ganar dinero, aunque no sabía realmente para qué. Vivía estresada por la sobrecarga de trabajo, y angustiada cuando estaba haciendo algo distinto. Empecé a laborar de las 6 de la mañana a la medianoche, y si había mucho trabajo me quedaba hasta las 4, 6 o 10 del día siguiente, comenta en entrevista con La Jornada.
Esta sobrecarga laboral, aunada a la falta de ejercicio y a una dieta desbalanceada, le causó sobrepeso, dolores físicos, sensación crónica de fatiga, caída de cabello, pérdida temporal de la visión en un ojo y falta de sensibilidad en las extremidades, además de depresión, ansiedad y problemas para hablar o entender ideas sencillas.

Finalmente, en 2008 –con sólo 33 años de edad– le fue diagnosticada esclerosis múltiple, enfermedad en la que numerosas partes del sistema nervioso central se quedan sin mielina, sustancia que hace posible su funcionamiento normal, lo que perjudica la habilidad de conducir impulsos eléctricos desde y hacia el cerebro.

Sólo reduciendo sus horas de trabajo, durmiendo bien, comiendo de manera sana y explorando sus problemas emocionales, Yolanda comenzó a superar los problemas físicos que le produjo el SDO y a recuperar su funcionalidad laboral y social.

Trabajar hasta la muerte

Susana pasó por un trance similar. Su trabajo en una empresa de publicidad la obliga a cumplir con metas de ventas diarias, semanales y mensuales. Ahí cada minuto es dinero, cada operación puede costar millones de pesos, y lo que no se hace hoy ya no se puede recuperar mañana.

A mí me encantaba mi trabajo, pero luego de un tiempo empecé con dolores de cabeza, gastritis, colitis y mareos. Después se me dormía el brazo, tenía zumbidos. Pensé que me iba a dar una embolia, porque sentía la quijada dormida y muy dura, recuerda.
“Empecé a sentirme realmente mal. No podía manejar, no podía levantarme. Me mandaron a urgencias diciendo que era algo del oído, pero el médico me dijo que no era eso, sino estrés. Fue la primera vez que alguien me lo dijo luego de 14 años de estar en la empresa.

Lo peor es que se vuelve un círculo vicioso y ya ni siquiera lo notas. En mi empresa un director falleció de un infarto, saliendo de trabajar, y en otra compañía supimos de un gerente que también murió por eso, y nadie se dio cuenta hasta el otro día, cuando vieron que seguía en su lugar y con la misma ropa del día anterior.

Ahora, dice, ya no me desgasto así. Hago el trabajo que pueda en ese día, y el que no, no lo voy a hacer. Sólo de esa forma, dice, irá recuperando poco a poco la salud y el equilibrio perdido.

Más salud, más dinero

Para evitar que esta enfermedad crezca, Uribe diseñó un cuestionario, en el cual identifica las cuatro etapas del SDO mediante la aparición de siete síntomas: problemas de sueño, trastornos siconeuróticos, sicosexuales o gastrointestinales, dolor muscular, adicciones o ansiedad.

Por lo regular, el burnout se cura simplemente con un buen periodo de descanso, combinado con alimentación adecuada, actividades deportivas y ejercicios de relajación, aunque hay algunos casos en los que el paciente debe ser medicado para controlar daños cerebrales o cardiovasculares.

“En muchas empresas –señala Uribe– sí han entendido que la salud de sus trabajadores equivale a más ganancias. Pero aquí la cultura empresarial es ‘explótalos hasta donde puedas’. Hay un descuido a propósito, y los que ganan son los empresarios, que utilizan a los seres humanos como objetos. Es un problema de salud pública que no quieren reconocer”.

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