domingo, 12 de diciembre de 2010

¡Despierten al PAN, por favor!




¡Despierten al PAN, por favor!

Ojo por ojo

Álvaro Cueva

  • 2010-12-12•Acentos
Pobre Partido Acción Nacional, se volvió viejo, se olvidó de la gente y no ha parado de cometer errores de comunicación.

Si a esto le agregamos el hartazgo colectivo hacia la guerra de Felipe Calderón, más vale que se alíe con otro en 2012 porque no sólo va a perder, va a acabar sumergido en la inmensidad de la nada.

Hace unos cuantos días se eligió al nuevo presidente nacional de ese partido y estos señores, en lugar de aprovechar el momento para proyectar frescura, ejercer la autocrítica y renovar sus cuadros, pusieron ahí a Gustavo Madero.

Don Gustavo Madero es don Gustavo Madero, un hombre como salido de los libros de texto gratuitos que inmediatamente nos remite a Francisco I. Madero, a principios de siglo XX, a viejo.

Su imagen es su peor enemiga, su discurso no viene al caso con lo que cualquiera pudiera esperar de un partido que aspira a prolongarse en el poder y no hay química ni con los medios.

A mí no me interesa si el PAN debió haber hecho sus elecciones más abiertas o más cerradas, o si aquello internamente se está desmoronando, me asusta la edad de sus protagonistas, la ausencia de gente joven y que los pocos políticos que quedan ahí vivan y hablen como en otra realidad.

No hay manera de competir ni contra Peña Nieto, ni contra el PRI, ni contra Andrés Manuel López Obrador, ni contra el PRD, ni contra nadie en semejante circunstancias.

¿Cómo es posible que el hombre más popular de ese partido, a estas alturas de 2010, después de los sexenios de Felipe Calderón y Vicente Fox, sea Santiago Creel?

¿Cómo es posible que en 10 años al frente de está nación no hayan sido capaces de inventar una figura fuerte y carismática capaz de convocar de manera natural a las multitudes?

Ahí está pasando algo que nadie quiere ver. El Partido Acción Nacional se convirtió en una opción en el pasado no por recordarnos sus orígenes maderistas, no por decirle que no a todo y a todos, y no por jugar al conservadurismo.

Se convirtió en opción por la simpatía de sus políticos, por la agresividad de sus discursos y por la manera tan inteligente como se supieron colar en diferentes ámbitos de la vida nacional. Eran una buena oposición.

Sus políticos de ahora no tienen nada de simpáticos, uno los oye hablar y siente más flojera que con los hombres y las mujeres del viejo PRI, y ya no se están colando en ningún lado. Son pésimos en el poder.

Además, estos señores están como en su zona de confort negándose a decir lo que todos estamos pensando de la inseguridad, de la crisis económica, de la salud, de la educación y de muchos otros temas.

En lugar de reconocer errores, anunciar cambios y congraciarse con el pueblo, están cubriéndose las espaldas y, lo peor de todo, se están olvidando de la comunicación emocional.

Con el PAN todo es frío, todo es viejo, no hay historias, no hay contacto. Ya ni siquiera hay frases ingeniosas. No hay nada.

Deberían ponerse de acuerdo y volver a sus orígenes, pero no a sus orígenes remotos, sino a los que los llevaron al éxito en el año 2000.

Yo estoy genuinamente preocupado por la situación del Partido Acción Nacional porque su debilitamiento impide que haya un equilibrio de fuerzas, porque competir contra él ya ni siquiera es competir, porque ya no huele a cambio.

¿Y usted no quiere un cambio? ¿A usted no se le antoja que después de Felipe Calderón llegue un presidente con ideas diferentes, con propuestas nuevas y que corrija este horror en que se ha convertido México?

No es tan difícil si lo pensamos con calma, pero antes hay que despertar a estos señores, recordarles que más allá del fantasma del PRI existe un país de gente joven que quiere soluciones, que quiere que lo escuchen, que le hablen de frente.

Es tan ridículo lo que está pasando en otros partidos que si los políticos del PAN fueran más humildes, se pusieran de acuerdo y le echaran ganas, sí podrían construir algo interesante de aquí a 2012.

Pero yo no los veo con esa intención. Me da la impresión de que, a pesar de que por ahí todavía cuentan con varias mentes valiosas y con uno que otro personaje crítico, son como ancianitos esperando su jubilación.

Y pues no, en eso no puede acabar el partido que consiguió sacar al PRI de Los Pinos hace 10 años. En eso no puede acabar la transición política del año 2000. ¿O sí?

¡Atrévase a opinar!

alvarocueva@milenio.com

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