sábado, 31 de julio de 2010

adiós, Angie...

Cuerpo del mensajeNo fue una decisión sencilla ni de un día para otro. Como sean fueron muchos años de amistad. Pero las circunstancias nos han llevado por caminos muy distintos. Ya no eres la Angie con la que Juan - el muerto, el que se fue, el que ya no existe- estableció contacto hace 10 años.

Si, lo sé, tradicionalmente los amigos son para siempre, en las buenas y en las malas. Pero nunca he sido una persona medianamente convencional, y actúo de forma directamente proporcional a lo que recibo. Y no pido mucho: sólo confianza, honestidad, igualdad en cuanto a la amistad. Soy bastante entregado con la gente que considero “mía”. Incluso los elevo a la categoría de “hermanos”.

En los últimos años tus actitudes me sorprendieron.

• Dolores de cabeza para no reunirte con nosotros.
• Darme cuenta que vivías en León por otros, meses después.
• Negativas constantes para unirte con nosotros.
• Darme cuenta que, mientras con nosotros no podías por que trabajabas los domingos, sí podías con otros.



¿Nosotros? Los sobrevivientes del IPC que logramos conformar un grupo compacto pero formidable, no sólo para pedas. Algo que quizá pueda catalogarse como amistad verdadera. Una colección de enfermos mentales, con manías y neurosis bien definidas que hemos interactuado en un lustro, alcanzando ese grado de paz que confiere el dejarnos de mamadas y sincerarnos, abrir nuestro corazón sin temor a ser juzgados, reprendidos o vilipendiados.

Por meses se te invitó a formar parte de él, y siempre rehuiste. Los motivos que expliquen o justifiquen tu negativa ahora son de sobra, pues lamentablemente soy muy maniqueísta en estas situaciones y esta suerte de declaración-manifiesto-despedida no tiene la finalidad de dar pie a un intercambio de puntos de vista. Sólo pretende explicar mi decisión final, misma que ha sido propiciada por un quinto punto adicional.

Tu llamada de hoy me sorprendió. Para serte sincero, no tenía pensado explicarte todo esto. Esperaba que con mi silencio todo se manifestara. Con mi mutismo y con el hecho de borrarte del Face y del Messenger. Pero tu llamada de hoy no hizo más que confirmar todo.

Respondí a tu correo de marzo de todo corazón. Allāh sabe que la lana que te presté la solté sin trabas mentales, y que el apoyo mencionado –asilo en mi casa a ti y Dono- era real. Pasó un mes y medio, y recibí tu primer mensaje insinuándome más dinero. Lo ignoré. Llegó un segundo mensaje similar en pocos días. Me enojé, y tampoco lo respondí. El tercero ni siquiera lo abrí, pero intuí que decía algo similar. Que si no conocía a alguien que prestara lana. No lo leí. Sólo lo borré, ahora sí indiferente, y decidí que la amistad había terminado. Meses y meses de permanencia en León, sólo para que me buscaras de forma insistente para esos menesteres no lo consideré justo. A mi edad, ya no estoy para ese tipo de relaciones, la verdad.

Esto no tiene vuelta atrás de mi parte. Por contradictorio que parezca, me da tristeza decirte que me es indiferente la situación. Ya no hay nada que pueda hacerse. Para efectos prácticos lo único que puedo agregar es que hay mucha gente que te estima, que no es tan maniqueísta como yo. Gente que da varias oportunidades. Aclaro que no estoy diciendo que tu comportamiento, actitud y acciones sean tachables, permisivas, condenables, censurables o mil adjetivos de corte negativos más. Solamente que ya no estoy para esas cosas. A mis veintiocho, ocupo otro tipo de amistades. No descuides esas amistades. Construye puentes, no murallas.

Termino con dos frases de un libro que me ha gustado mucho:


  • Siempre había creído que hay viejos lazos que no tienen razón de ser: hay que cortarlos antes de que nos demos cuenta de que ya nada nos vincula a ellos, ni siquiera un amable recuerdo.
  • Cuando alguien que hemos dejado atrás se niega a abandonar el espacio que ocupaba en nuestra vida, es preciso desterrarlo.

Pasiones Romanas.

Julio 2010. Adiós Angie, que te sea leve


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